La juventud, la flor de la vida culmina en la vejez y los sentidos del hombre le fallan justo cuando más los necesita. Personas que en un tiempo fueron semejantes a unos fuertes e inconmovibles robles, pierden de repente su vigor y salud, mientras que la dolencia y la enfermedad sigilosamente entran en sus cuerpos. Finalmente aparece la muerte que, repentina y a veces inesperadamente, pone fin a este breve lapso de tiempo que dura la vida. Ciertamente, debe haber alguna escapatoria de semejantes insatisfacciones, del envejecimiento y de la misma muerte.
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