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Meditación Sensitiva

 ¿Qué es la meditación?

Meditar es un estado acrítico de autoobservación. Se observa el pensamiento, pero sin pensar; el sentimiento, sin involucrarse en él; y se observa cualquier contenido cognoscitivo, sensorial, emocional, fisiológico o conductual, de manera pasiva. Puede considerarse una técnica mientras el meditador no ha logrado el estado de conciencia meditativo. Cuando se alcanza, puede inducirse a voluntad, por lo que la técnica que no es la meditación deja de ser necesaria.


Definición:

La meditación es un estado de observación acrítica de los contenidos cognoscitivos. Es un medio de descondicionamiento, por lo que los orientales le conocen como el camino hacia la liberación o a la iluminación (Osho, 1996).


Los yoguis y los meditadores tenían un grado de autocontrol fisiológico, emocional y cognoscitivo, del que los interesados en la biorretroalimentación y en el autocontrol querían aprender. Los meditadores producían ritmos EEG distintos de los grupos de control y equilibraban su sistema nervioso simpático, con todas sus implicaciones fisiológicas. Así, la meditación y los estados alterados de consciencia se convirtieron en objeto de estudios EEG y fisiológicos en general (Green y Green, 1977).


LOS EFECTOS CLÍNICOS DE LA MEDITACIÓN 

Efectos psicológicos de la meditación: 

Los efectos clínicos de la meditación están bien documentados en la literatura. Por ejemplo, se ha encontrado que disminuye la ansiedad y el estrés de manera tan efectiva como la relajación y otras técnicas cognitivo conductuales (Benson, 1976; Clay, 1997, Deberry, Davis y Reinhard, 1989; Delmonte, 1986a; Fling, Thomas y Gallear, 1981; Kuna, 1975; Schwartz, Davidson y Goleman, 1978; Stoyva y Carlson, 1993); que reduce la frecuencia e intensidad de los pensamientos negativos (Dua y Swinden, 1992); reduce el enojo (Dua y Swinden, 1992); contribuye al desarrollo de valores positivos (Gerderloos, Goddard, Ahlstrom y Jacoby, 1987), de la autoestima (Delmonte, 1981a a 1984a) y a la autorrealización (Delmonte, 1984a; Delmonte y Kenny, 1985), para combatir el insomnio (Delmonte y Kenny, 1985), la depresión (Delmonte, 1984a) y el uso de drogas (Benson, 1976; Clay, 1997; Delmonte y Kenny, 1985). Se ha reportado también que la meditación ayuda a una mejor adaptación al trabajo (Kuna, 1975) y a reducir la fatiga (Benson, 1976). Varna (1983) recomendó el uso de la respiración meditativa para lograr la reducción del dolor crónico; y Benson, Klemchuk y Gram (1974) usaron la meditación trascendental como una forma de aliviar la migraña. Se ha señalado también que la práctica regular de la meditación aumenta la memoria y la absorción de la información (Pagano y Warrenburg, 1983). Adicionalmente, los efectos de la meditación sobre la calidad de vida no se restringen a los pacientes, sino también a los terapeutas mismos, que son susceptibles al desgaste profesional (burnout). Por ejemplo, Shapiro, Astin, Bishop y Córdova (2005), encontraron que el entrenamiento en reducción del estrés basado en el sistema de meditación, produjo cambios significativos en la reducción del estrés. Adicionalmente, se sabe que los casos de desgaste en este tipo de profesiones, ligadas al contacto directo con pacientes afecta de manera negativa la calidad del servicio que se presta al cliente. Este mismo estudio indica que la práctica regular de la meditación produce cambios favorables en el nivel de compasión y calidad de vida del profesional, hecho que repercute en un mejor manejo de sus pacientes y en el nivel de satisfacción percibida por los mismos. 


Efectos psicofisiológicos de la meditación: 

Se ha reportado consistentemente cambios psicofisiológicos como resultado de la meditación. Así por ejemplo, se ha encontrado decrementos significativos en la activación psicofisiológica en general (Delmonte, 1984b, c, d) en la hipertensión arterial (Benson, 1976; Delmonte, 1985a, 1986a); en los ritmos cerebrales alpha (Goleman, 1971, Kasamatusi, Akira e Iría, 1969; Kasamatsu e Iría, 1969) y el estado de alerta (Benson, 1976), en la temperatura periférica (Delmonte, 1985a), en la tensión muscular y el ritmo respiratorio (Delmonte, 1984); los meditadores parecen tener una menor reacción ante el estrés y una más rápida recuperación que los grupos de control (Delmonte, 1984c). Wallace (1970) demostró que el porcentaje de metabolismo basal se reducía significativamente durante la meditación, por lo que sugirió que incluso los niveles de azúcar en sangre podrían controlarse mediante esta técnica. Benson (1976) llamó respuesta de relajación a estos cambios fisiológicos colectivos. Esta es una respuesta integrada de la mente y el cuerpo, que incluye la reducción en el consumo de oxígeno, el decremento de la frecuencia cardiaca y respiratoria, presión sanguínea y reducción de los niveles de ácido láctico, aumento de la resistencia de la piel y alteraciones en el torrente sanguíneo. Muchos de estos cambios periféricos son compatibles con el decremento de la activación del sistema nervioso simpático, el cual puede deberse al decremento de los niveles de norepinefrina. Los cambios fisiológicos periféricos han probado ser de un valor primario para el tratamiento de una gran variedad de desórdenes médicos, tales como la hipertensión, la arritmia cardiaca, como también el alivio del dolor y estados de ansiedad. 

Los efectos fisiológicos periféricos constituyen una evidencia fuerte, aunque indirecta, de las alteraciones del cerebro durante la meditación, ya que las respuestas periféricas son coordinadas por centros importantes del cerebro. Hay datos fisiológicos directos relativos al cerebro humano, limitados primariamente al EEG, que demuestran el incremento en la sincronización de la actividad de ondas cerebrales en forma de ritmos alpha y theta durante estados meditativos.





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